El simbolismo Inocente de Cupido, el niño alado
En este blog, partimos de la imagen aparentemente inofensiva de Cupido, el tierno niño alado que lanza flechas y con ellas despierta el amor. Pero, ¿qué implica realmente este gesto? A través del análisis del mito y de las narrativas que derivan de él, exploramos cómo el amor se nos ha presentado como destino doloroso e inevitable, donde el sufrimiento, la entrega incondicional y la dependencia emocional se han romantizado hasta convertirse en norma, y donde la rivalidad entre mujeres es el origen. Desde una mirada feminista y con enfoque de ruralidad, desmontamos estos relatos para comprender su vínculo con la violencia de género y repensar el amor desde la libertad, el respeto, la puesta de límites y el amor propio.
AINHOA CUADRADO AYBAR- ACG consultora de igualdad de género con enfoque de ruralidad
2/6/20255 min read


El simbolismo Inocente de Cupido, el niño alado
Cada 14 de febrero, el mundo se llena de corazones rojos, flores y promesas de amor eterno. Nos han enseñado que el amor es el destino final, la meta suprema de la felicidad.
Pero, ¿alguna vez te has preguntado de dónde vienen estas ideas? ¿Por qué seguimos celebrando el amor de una forma que nos exige sacrificio, dolor y rivalidad?
Hemos crecido con historias de príncipes y princesas, de amores arrebatadores que todo lo pueden. Pero si rascamos un poquito, veremos que muchas de estas historias esconden un mensaje peligroso. El mito de Cupido, como símbolo del amor, es un claro ejemplo de cómo el amor romántico puede estar impregnado de mensajes tóxicos, que no solo afectan nuestras expectativas sobre el amor, sino que también tienen un vínculo profundo con la violencia de género y la idealización del sufrimiento en las relaciones amorosas.
Os cuento que, Psique era una joven tan hermosa que incluso Venus, la diosa del amor, sentía celos. Como las mujeres no pueden simplemente existir sin desatar rivalidades, Venus decidió que Psique debía sufrir. Ordenó a su hijo Cupido que la hiciera enamorarse del ser más despreciable, pero sorpresa: Cupido se enamoró de ella. Aquí comienza el mito clásico: un hombre desobedeciendo a su madre por amor.
Pero la historia no termina ahí. En lugar de rendirse al "poder del amor", Venus decide que Psique debe demostrar su valía mediante pruebas imposibles. El mensaje parece claro: el amor verdadero no puede ser fácil, tiene que doler. Psique sufre, lucha, casi muere... y al final, el premio es casarse con Cupido. Porque todo este sufrimiento solo puede terminar con la validación suprema: el matrimonio.
Desde la infancia, nos han contado historias sobre el amor romántico: ese amor que llega sin previo aviso, que es ciego, que lo cambia todo y que, en su perfección, nos promete felicidad eterna. Nos enseñan que el verdadero amor es una emoción arrebatadora, que lo perdona todo y que arrastra todo a su paso, desbordando pasiones y entregas incondicionales.
Desde los cuentos infantiles, las películas de Disney, hasta el cine, las telenovelas y las canciones, se nos ha condicionado a aceptar una visión del amor que está basada en la entrega total, el sacrificio y el sufrimiento. Frases como "quien bien te quiere te hará llorar", “a las mujeres les gustan los chicos malos”, o "los que se pegan se quieren" refuerzan la idea de que el amor verdadero debe ser doloroso y, en muchos casos, destructivo.
La herida como símbolo del amor: Cupido y sus flechas
A primera vista, Cupido parece una figura inofensiva, un niño alado que inspira ternura. Sin embargo, su representación esconde un mensaje tremendamente peligroso y profundo: el amor no es un sentimiento armonioso, sino una imposición que llega a través del dolor. Cupido no une a las personas de manera natural, sino disparando flechas que atraviesan la piel, generando una atracción incontrolable. Este simbolismo refuerza la idea de que el amor implica daño y que solo mediante el sufrimiento se puede experimentar el verdadero sentimiento romántico.
El impacto del mito en las comunidades rurales: Un ciclo de violencia y dependencia
Este mito se vuelve particularmente peligroso en entornos rurales, donde las opciones para establecer relaciones afectivas son más limitadas y el control social es más fuerte. En comunidades pequeñas, la idealización del amor romántico puede atraparnos en relaciones dañinas, donde la cercanía y el "qué dirán" pesan demasiado. La narrativa de amor como sacrificio se convierte en una trampa que perpetúa la dependencia emocional y el aislamiento, especialmente cuando no hay redes de apoyo que nos permitan salir de estas relaciones tóxicas.
Pero lo que es aún más alarmante, es cómo esta visión del amor romántico alimenta expectativas de cambio que a menudo son irreales. La creencia de que el amor puede transformar o salvar a alguien se vincula estrechamente con la normalización de la violencia de género. Las víctimas pueden sentirse presionadas a "perdonar" el maltrato, esperando que el amor cambie al agresor, y justificar el sufrimiento como parte del proceso. Este mito de "cambiar por amor" es una de las formas más comunes de perpetuar ciclos de violencia en las relaciones.
Otro aspecto interesante a analizar del mito de Cupido y Psique, es la rivalidad entre mujeres, especialmente representada por Venus, quien no solo compite con Psique por la atención de Cupido, sino que también la castiga y la pone a prueba. Esta competencia entre mujeres refleja una estructura patriarcal que ha existido a lo largo de la historia, donde las mujeres son vistas como rivales, especialmente cuando se trata de belleza, amor y aprobación masculina.
El patriarcado nos ha enseñado que las mujeres deben competir entre sí por la atención de los hombres. En lugar de empoderarnos mutuamente, nos vemos como amenazas. Esta narrativa de rivalidad, que mantiene hasta nuestros días, frases que escuchamos en el día a día como, “las peores enemigas de las mujeres, son las propias mujeres”, han sido utilizadas para mantenernos divididas, impidiendo que fomentemos la sororidad, ya que resulta destructiva para el sistema patriarcal.
Hoy en día, el mito de Cupido sigue siendo una poderosa herramienta de manipulación. Nos dice que el amor verdadero debe ser doloroso, que solo a través del sacrificio podemos alcanzar una relación "perfecta". Pero este concepto está profundamente enraizado en una estructura patriarcal que se beneficia de nuestra sumisión emocional. Nos enseña que el amor es dolor y que las mujeres deben competir entre sí, lo que nos mantiene atrapadas en un ciclo de inseguridad, dependencia emocional y eterna espera.
Además, al vincularse con la violencia de género, estas narrativas no solo nos hacen aceptar el sufrimiento, la espera y la aceptación, sino que también nos hacen creer que el cambio o el arrepentimiento, solo pueden venir a través del amor, sin tener en cuenta que el respeto, la igualdad y la libertad son los verdaderos pilares de una relación sana.
La idea de que el amor debe implicar sacrificio y sufrimiento no solo nos afecta a nivel emocional, sino que también puede normalizar y romantizar relaciones dañinas, dificultando que reconozcamos la violencia o la falta de reciprocidad.
Es crucial que empecemos a cuestionar estos mitos y deconstruir estas narrativas, especialmente en entornos rurales, donde el control social y la falta de apoyo dificultan salir de relaciones dañinas. Debemos construir espacios de sororidad, que nos permitan repensar nuestras relaciones y apoyarnos mutuamente para romper con estas estructuras opresivas.
El amor no debe ser una herida que se lleva con resignación, sino un espacio de respeto, igualdad y libertad, donde los límites sean la base de una relación sana; y el amor propio, el principio de todo.
Desde ACG consultora, impulsamos iniciativas que nos ayuden a mirar el amor desde una perspectiva más sana, fomentando la autonomía, el respeto y el bienestar.
Si te interesa seguir reflexionando sobre estos temas o llevar estas conversaciones a espacios comunitarios, te invitamos a seguir explorando y compartiendo.
Porque el amor, cuando es sano, suma.
Y si resta, no es amor, es la herencia de un mito que nos enseñó a romantizar la herida.
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